jueves, 28 de abril de 2011

Pioneros quechua



La República
29 de noviembre de 2009

Muchos creen que, a raíz del triunfo de “La teta asustada”, el quechua está ingresando poco a poco en la escena oficial del arte peruano. Aquí presentamos la historia de Uchpa, un grupo de rock y blues que viene cantando en esta lengua por casi veinte años. ¿Por qué no lo valoramos antes?

Por Ghiovani Hinojosa

Jimi Hendrix con ojotas. O, lo que sería su equivalente, Raúl García Zárate con jeans apretujados, casaca de cuero y mirada desafiante. Uchpa ha convertido estas forzadas imágenes en una realidad sui generis en la escena rockera nacional: ha logrado hermanar el blues gringo y el hard rock setentero –leáse Led Zeppelin, Black Sabbath y Deep Purple– con el misticismo de la lengua quechua. Así, su fusión comprende poderosas descargas eléctricas –con guitarras que maúllan al modo de los pioneros ‘violeros’ ingleses– acompañadas por sensuales fraseos en el lenguaje del Perú profundo. Sus canciones revelan la mágica sinergia que puede haber entre un huaynito de la comunidad de Puquio (Ayacucho) y un riff tocado en Londres con una lujosa Fender Stratocaster.

El idioma de los marginados

Fredy Ortiz, quechuahablante ocobambino (Apurímac), es el líder de Uchpa (voz quechua que significa “ceniza”). A él fue a quien se le ocurrió, a principios de los 90, dejar de balbucear un inglés ‘masticado’ –entonces emulaba a bluseros del calibre de Janis Joplin y Stevie Ray Vaughan– para entonar en quechua temas emblemáticos del rock clásico. Su lengua materna le dotó de una expresividad inédita al rock and roll británico, lo hizo más melancólico. “Es como si el quechua estuviera diseñado para sufrir. El dolor, pero también la dulzura, sellaron para siempre mi música”, confiesa con los ojos lánguidos en la azotea de su casa limeña, en Carabayllo.

Para él, el éxito de la película “La teta asustada” –que llevó el quechua a cientos de miles de oídos europeos– y su consiguiente eco –Juan Diego Flórez se animó hace poco a interpretar algunas expresiones en runasimi–, es una fiebre cultural temporal. “En mis 20 años como cantante, he escuchado siempre hablar de lo mismo: ‘que nuestro idioma, que los incas’. No nos engañemos, el quechua es marginal”, asegura. Él lo comprueba al final de cada concierto, cuando la “muchachada andina” se le acerca eufórica para contarle que “mi viejo es ayacuchano y mi mamá es de Andahuaylas”, pero que luego, cuando no hay tocada, guarda su acento serrano en lo más recóndito de su garganta (o de su corazón). “Igual es con el supuesto boom de Magaly Solier. Este sentimiento pro quechua durará unos meses, mientras la publicidad se mantenga. Si no, díganme cuánta gente se preocupa hoy por aprender este idioma”, comenta preocupado.

Fredy también recuerda el choque cultural que implicó consolidar a su banda en la movida rockera capitalina. En los primeros festivales en los que participó, se le veía sentado a un lado del escenario –con su típico “disfraz” folclórico– hablando en quechua con el músico que toca el waqrapuku (corneta andina), al margen del barullo “muy limeño y resuelto” de los otros grupos. El vocalista de Uchpa señala que, desde entonces, ha cultivado muy pocas amistades musicales, entre ellas las de los integrantes de Amén. “Será porque nosotros los bluseros somos un poco especiales: somos muy sentimentales y solemos juntarnos solo con la gente que siente feeling por nuestro género”, especula.

En este contexto de cierta marginalidad, ¿cómo explicar el furor que canciones como “Corazón contento” (un huayno al estilo Deep Purple) y “Ananao” (rock con temple andino) desatan entre adolescentes y adultos de las zonas urbanas del país? ¿Acaso no es una limitación expresiva el hecho de que la mayoría de ellos no sepa hablar quechua? Fredy Ortiz responde a esta última pregunta que sí y afirma que, según su percepción, los seguidores de Uchpa son atrapados por el carácter exótico de su propuesta, asentada en una base instrumental –guitarras, batería y bajo– muy bien trabajada; y por el componente visual de su espectáculo –aseguran ser los primeros rockeros peruanos en subir un danzante de tijeras al escenario e incorporar instrumentos serranos como el wakrapuku–. Total, dice, “la mayoría de rockerazos ama la música extranjera sin saber inglés. Lo mismo pasa con Uchpa y con el quechua”.

Sin embargo, esta situación de “incomprensión” lingüística le permitió a este vocalista camuflar muy bien algunas letras explosivas, como la de “Ama sua, ama llulla, ama quella”, la canción que compuso a fines de los 80 y dedicó al entonces también presidente Alan García. “Allí decía la verdad de lo que ocurría: denunciaba la corrupción y los abusos de mi institución policial. No quería pasar piola frente a esos sinvergüenzas”, relata enérgico. Y es que, para los que no lo sabían, Fredy es un ex policía de la zona del terrorismo que tomó el micrófono y dijo adiós a las armas.

Un ‘tombo’ rockerazo

Desde los 18 años, en que lo enviaron a la serranía peruana para combatir a los terroristas, él llevaba consigo un singular maletín. En el interior, estaban comprimidos decenas de cassettes con rock y blues de los 70, un minicomponente y muchas pilas. Patrullar enclaves peligrosos y vigilar puestos policiales, para él todo era más soportable con una balada celta de Led Zeppelin o un ‘solo’ de guitarra de Jeff Beck.

En 1993, cuando fundó Uchpa junto al músico Igor Montoya –“entonces solo éramos un par de rockeritos místicos”–, Fredy ya llevaba 10 años como policía. Así, junto con unos amigos ayacuchanos, lograron grabar ese mismo año el cassette “Wayrapin qaparichkan” (Gritando en el viento), un álbum debut con ocho canciones que destilaban un fuerte amor por Pink Floyd. Pero pronto –y luego de grabar el cassette “Qauka Kausay” (Viviendo en paz, 1995)– Fredy se vio solo en Lima con su música en las manos. El resto del grupo había elegido otros caminos.

Así vendría la que muchos consideran la formación clásica de la banda: ingresan el belga Bram Willems en el bajo, el talentoso guitarrista Marcos Maizel (actual cerebro musical del grupo), el guitarrista Juan Manuel Alvan y el baterista Ivo Flores. Juntos graban “Qukman muskiy” (Respiro diferente, 2000), una producción en la que se oye un hard rock más avasallante, con temas como “Chachaschay” y “Kusi Kusun”.

Matrimonio musical

“Nosotros no rockeamos el ande, andinizamos el rock”, precisa Marcos Maizel para referirse al respeto que han logrado en sectores urbanos del Perú y países europeos hacia el huayno y el quechua. Y revela que la música andina y el blues comparten un bello matrimonio musical: ambos utilizan escalas pentatónicas, lo que hace propicia su fusión. La banda estrena por estos días una formación nueva: a Fredy y Marcos, se les une César Gonzales (antes batería, ahora guitarra rítmica), Carlos Sevillano (bajo) y Willy Hermoza, ex baterista del metalero M.A.S.A.C.R.E. La melancolía serrana y la acidez del rock clásico son las dos partes de un todo musical que interpela al oyente de Uchpa. No solo lo arrincona contra sus raíces culturales (en el caso de los peruanos), sino también lo invita a destruir sus prejuicios sobre el quechua y la cosmovisión andina. Y lo mejor de todo, lo humaniza danzando.

Todas las sangres

Uchpa tocará este martes 1º de diciembre en La Noche de Barranco, 9 pm, S/. 15. Boletos a la venta en TuEntrada de Plaza Vea y Vivanda. Fredy Ortiz promete un explosivo repertorio “arguediano”, además de adelantos de su cuarta producción. Prohibido decir “manam”.

Añas blues (El blues del zorrino)
au, mamay (sí, mamá)
au, ari papay (así es, papá)
añastan rikuni tusustin (vi al zorrino bailando)
wischusqa tullukunapa chaupimpi (en medio de huesos esparcidos)
sayastin makinwan ruqukustin (se paraba poniéndose como gorra)
wakapa aka ispayninwan (las heces de la vaca)
tusustin (y bailaba,)
tusustin (y bailaba,)
tusustin (bailaba).