viernes, 25 de enero de 2013

El Rock en Apurimac (décadas de los 60s y 70s)


Publicado originalmente el 12 de julio de 2010
Fuente Apasanca Rock
Escribe Kenny V. Azurin

Parte I

El rock llego a nuestro país un 15 de setiembre de 1955, y se instaló en la capital para posteriormente apostarse en los distintos confines del interior peruano. Esta corriente musical encontró al Perú en su etapa de transición a un modernismo instituido y propulsado desde el Estado. El rock acentuó su posición en una etapa histórica de migración convulsa, del campo a la ciudad, en los albores de una industrialización romántica, marcada por un doloroso alumbramiento nacionalista. Una etapa precaria aun de los medios de comunicación en la historia peruana, donde más del sesenta por ciento de la población citadina procedía de las zonas rurales, con altas tasas de analfabetismo y marginación. 

El rock hizo su ingreso al Perú junto al cine como su principal recurso de difusión, y caló profundamente en los sentidos de la colectividad juvenil, que esperaba el menor estímulo para poder manifestarse con propiedad. Fue en esas fechas que llegaron a nuestro país, mucha películas y música rock las que despertaron el interés de los medios televisivos y radiales. Películas como Blackboard Jungle (Semilla de Maldad), Al Este del Edén, Rebelde sin Causa, Celos y Revueltos al Ritmo del Rock, Al compás del Reloj, etc. fueron estrenándose en los cines de la capital y las principales ciudades del país. Ellas abordaban la discrepancia dual entre jóvenes y adultos. “Para entonces la onda rockanrolera –su frenético ritmo, su provocador desenfado- ya habían dejado huella en las actitudes de los jóvenes tanto como en su vestimenta. Las casacas de cuero, los jeans y las zapatillas empezaron a ser moneda corriente en las calles de Lima…” (ALTA TENSION, Los Cortocircuitos del Rock Peruano, Pedro Cornejo Guinassi, Lima 2002, p. 18)

Sin duda el ingreso del rock a nuestra región (Apurimac), se efectúo progresivamente a partir de la segunda mitad de los años cincuenta, por iniciativa de aquellos jóvenes, que se trasladaban hacia Lima para realizar sus estudios superiores. La práctica cultural del rock en el interior del país formó parte de una demanda social. Lima se había convertido en la ciudad protagonista de la oportunidad y el progreso; las poblaciones postergadas abandonaron los campos para concentrarse en esa Lima de esperanzas, de desarrollo y de estabilidad laboral. Por un largo periodo las ciudades de Abancay y Andahuaylas, fueron las únicas con potenciales en la región. Sus condiciones demográficas y geopolíticas se combinaron favorablemente en su proceso de modernización a lo largo de los últimos años. 

Si bien el espíritu progresista de la sociedad apurimeña se incrementó a partir de la mitad del siglo XX, fueron los jóvenes los que aceleraron esa demanda y el rock representó el complemento de sus aspiraciones modernistas. La aparición del rock se convirtió en un soporte importante que permitió a los jóvenes de todo el mundo reconocerse así mismos, repercutiendo éste en sus actitudes: frente a la moral pasiva de las generaciones pasadas. Era el primer aliento de reflexión ante la histórica humillación adulta. 

Considerando que la psíquis de la sociedad apurimeña, siempre estuvo cohesionada por una voluntad conservadora, la juventud de entonces no desaprovechó el irresistible y contagioso ritmo del rock. La consecuente incursión de este género en nuestra región, cambió el sentido perceptivo de la población urbana en forma gradual. 

En los albores de los años sesenta la juventud apurimeña se mostraba ataviada por una disciplina y moralidad familiar bastante marcadas. Una época llena de candidez, donde se tenía por costumbre rendirle serenatas a las chicas; las fiestas para los jóvenes terminaban a las nueve de la noche, en ellas el beber o fumar un cigarrillo antes de los veinte años era algo inaceptable. Era una época en que las chicas no podían circular con el uniforme escolar pasada la seis de la tarde. 

Sin duda la practica del rock en la región apurimeña comenzó como un juego, con reuniones de  jóvenes que retornaban de la capital y circulaban sus discos, práctica esta que desde un inicio formó parte de un  intercambio cultural y de una nueva idiosincrasia urbana. La creación de programas radiales dedicados al rock, la formación de bandas amateurs, la realización de "tocadas" caseras, la construcción de guitarras eléctricas y baterías artesanales, fueron desde un inicio la forma mas clara de asumir el rock en las ciudades de Abancay y Andahuaylas. 
“Alrededor de 1961, solíamos ofrecer serenatas a mis padres y hermanas, entre la intersección de las calles Miscabamba y Elías, -conjuntamente con mis hermanos Valeriano “el Grillo” Vizcarra, Mario, Odilón y Lucho Lantarón- tocando instrumentos rústicos, como una galonera que representaba nuestra batería. Mario tocaba la base o esquila; una campana hechiza, reciclada de un amortiguador de carro, que en medio tenia una perforación que servia para ser empernado, lo usábamos como ritmo sonoro, Odilón tocaba el huiro, que consistía en un tubo de termo de fina textura, Lucho y Abel eran nuestros vocalistas. Por entonces apenas contábamos entre ocho y doce años de edad”. 
(Marco Vizcarra Ascarza, músico). 

Fue entre los años de 1964 y 1965 en que se descubren Los Grillos de la Nueva Ola en la ciudad de Abancay, nombre sugestivo que surgió a raíz de la protesta de una joven Vilma Vizcarra Ascarza, al sentirse perturbada por los escandalosas y constantes serenatas que le armaban los chicos. - ¡Parecen unos grillos que no dejan dormir!, protestó en voz alta. Desde entonces Valeriano se hizo conocido como “El Grillo”

Los chicos lentamente fueron descubriendo los avatares de la música perfilando gradualmente su compromiso con el rock. Al no contar con instrumentos, las prácticas se efectuaban a voz en cuello. Si bien no se trataba de un grupo rockero, propiamente dicho, Los Grillos de la Nueva Ola fueron los primeros en desarrollar públicamente una música moderna. Ejercicio que empezó con la construcción de una batería artesanal en el taller mecánico de la familia Vizcarra; el bombo, el napoleón y los tones fueron elaborados a base de calamina plana, revestida por cuero de chivo, previamente curtido y sostenido por un aro de huarango, además eran acompañados por dos campanas rítmicas y un platillo de golpe. 
“Buscábamos radios antiguos (telefunken), que los utilizábamos como amplificadores para la salida del audio. Los plushes lo elaborábamos a base de cables mellizos, cuya punta sonaba como un parlante pequeño, que se pegaba con una cinta aislante en la parte delantera de la guitarra. De este modo se conseguía un sonido rustico por la radio. (…) Posteriormente y durante nuestras presentaciones publicas, la madre Myrian nos facilitaba un megáfono sin cable, que se pegaba a la guitarra o la sostenía un fans, para su respectivo efecto”. 
(Marco Vizcarra Ascarza, músico). 

Durante los 60s la Nueva Ola fue aceptada por los jóvenes y los padres, precisamente por que era una música aceptable para los oídos más “reticentes”; para muchos una música que tenia buenos mensajes, sobreponiéndose incluso al propio rock. A raíz de ello entre 1965 y 1966 se formó lo que podríamos considerar la primera banda de rock de Apurimac: Los Golden Geens, (Muchachos de Oro), que a pesar de interpretar todo tipo de música, se enfocaron en el rock desmedidamente. Banda integrada por un grupo de adolescentes, Guido Sotomayor en la primera guitarra, Nicanor Huallpa Taco en la segunda guitarra y la vocal, Oscar Pedraza Sierra se encargaba de ejecutar el bajo, Javier Oliver en la batería, que posteriormente seria reemplazado por Cesar Cruzado

Las agrupaciones que se enfocaron al rock en nuestro medio casi siempre fueron amateurs, motivo por el cual las modificaciones internas fueron constantes, no supieron afrontar el desafío de las composiciones propias, debido a la necesidad económica y la falta de tecnología. Los Golden Geens no fueron la excepción, el chato Alcides López “Chutacha” primer cantante del grupo, fue reemplazado por Percy Garay Méndez, al no tener éxito en la batería Abel “El Grillo” Vizcarra fue sustituido por su hermano Marco

Pegado al furor de los covers Los Golden Geens se centraron en composiciones de Los Iracundos, Los Espectros, Los Yorks, entre otras apaciguadas bandas, pero jamás compusieron un solo tema. Como banda no pasaron de las serenatas escolares y fiestas privadas. En medio de ese clamoroso avance, se desarrollo el primer concierto de rock en nuestra ciudad de Abancay, con la presencia del grupo Trébol, que fue la primera banda -no propiamente rockera-, que arribó a nuestra ciudad por el año de 1966. Esta banda cusqueña debutó con su conocida composición, El Cóndor Pasa versión rock. 

Posteriormente llegarían Los Siderals de Ayacucho, banda instrumentalista que triunfó a nivel de Sudamérica con aquel conocido tema Vírgenes del Sol que sonaba por distintas emisoras del país. Posteriormente harían lo propio Los Beltons, Los Telestar, Los Systems, Los G Mandarina ambas del Cusco y Los Celands de Andahuaylas, que en parte de su repertorio tocaban rock. Por entonces, la Sociedad de Artesanos de Abancay y el Club Unión eran los únicos salones de baile debido al poco desarrollo de la ciudad.

Los Satanics

En 1968 uno de los integrantes de Los Golden Geens emigró y la banda dejo de tocar, sin embargo los chicos se reagruparon  para volver a la palestra, esta vez como Los Satanics. La agrupación estuvo conformada por Marco Vizcarra en la batería, Guido Sotomayor en la primera, Nicanor Huallpa Taco en la segunda guitarra, Oscar Pedraza en el bajo y Percy Garay Méndez en la vocal. Desempeñándose en serenatas y matinales de los cines del circuito urbano. 
“Había la costumbre de brindarle serenata a las chicas del internado del colegio Santa Rosa, ellas habrían las ventanas para escucharnos, a cambio, nos invitaban cafecitos con hamburguesas y, cuando las monjas se enteraban de nuestras visitas, llamaban a la policía por teléfono”.
(Humberto Muñoz “Chafla”, locutor y melómano). 
A diferencia de Los Golden Geens, esta banda se asentó por completo en el rock. Empezaron enfocándose en el desarrollo de covers de bandas como Los Yorks, Datsun, Silverton, Belkings, Shains, Saicos, Los Galos, Capa Blanca de Chile, entre otros, para después armar composiciones propias. Ese mismo año Los Beltons de Ayacucho arribaron a la ciudad para un concierto, ello incitó el ímpetu de los iniciados en la música. 
“Los Beltons nos facilitaron sus instrumentos eléctricos. Por aquel entonces no había guitarras eléctricas en Abancay y tuvimos que adaptar megáfonos a los instrumentos acústicos para que éstos sonaran en los parlantes. Hacer rock por entonces fue una inquietud fuerte en nosotros, que nos contrataban para pequeñas fiestas privadas. (…) Pertenecíamos al Vinculo Juvenil Abanquino, dirigido por los párrocos. Los curas nos cedieron un ambiente que nos permitía conocer a otros chicos. Entonces les propusimos para que Los Beltons, pudieran participar de la misa juvenil, hecho que logro efectuarse”. 
(Nicanor Huallpa Taco, músico y empresario radial).

Paralelo a Los Satanics (1967), surgieron los Kiss Kiss Bang Bang, (Besa Besa Mata Mata), con un alentador y atrevido propósito: romper con las costumbres de los viejos. Una banda de chiquillos que se preocuparon en desarrollar covers de rock & roll y Nueva Ola. Lo característico del grupo es que todos sus intérpretes portaban melenas y caminaban con ojotas por la ciudad. La cadencia que tocaban la llamaban enfermedad, que al parecer se trataba de uno de los temas más conocidos de Los Shains, aunque sostenían que más bien se trataba de un ritmo argentino. 

Kiss Kiss Bang Bang, estaba conformado por el andahuaylino Uriel Luna en la primera guitarra, artista que se había iniciado con Los Celands, además de haber grabado junto a Los Siderals de Ayacucho. Se integró a la banda por una cuestión juvenil. También lo conformaban el popular Manuel “Sorry” Altamirano en la segunda guitarra, Torreblanca estaba en el bajo, Javier Oliver en la batería y entre los vocalistas se encontraba Raúl Miranda, El Grillo” Vizcarra, Adrián Garay, Alcides López, Vergara, y las primas Tula y Lulla Luna, quienes acompañaban en los coros. La banda estuvo bajo el amparo de Armando “El Chama” Díaz Calderón
“En esa época el popular “Apolo”, un aficionado melómano, se convirtió en el proveedor de los refrescos de manzana durante los ensayos que se realizaban en casa de los Vizcarra de la avenida Elías. “Apolo” nos colaboró en todas nuestras presentaciones publicas. (…) En la puerta lateral de la casa se expendía agua de manzana y hamburguesas. Algunas veces la mezclábamos con caña para motivarnos durante los ensayos”. (Marco Vizcarra Ascarza, músico).


La premiacion a los Satanics


En 1968 se instaló una de las primeras estaciones radiofónicas de la ciudad de Abancay, Radio Apurimac, ese mismo año Jesús Palomino lanzo el primer programa rockero de la ciudad: Impacto Musical. Lo propio haría Humberto Muñoz “Chafla”. “El Chafla” quien fuera uno de los principales locutores que incursionó en el giro del rock a partir de 1968, con el programa Ronda Musical, transmitido por Radio Municipal, emisora que posteriormente tomaría el nombre de Radio Abancay

Fue en 1969 en que Humberto Muñoz, lanzó su segundo proyecto denominado Súper Hits Musicales, esta vez por Radio Apurimac. El“Chafla”, se destaco por emitir una programación variada de rock y baladas, sin embargo, entre 1978 y 1980, retornó a Radio Abancay difundiendo solo rock. En el trayecto de su carrera, armó un programa radial, que desde entonces se llamaría Cancionero del Recuerdo. De este modo Humberto Muñoz “El Chafla”, pasaría a la historia local con este programa, presentadolo en distintas emisoras por donde paso a lo largo de sus cuarenta años de actividad. 

En octubre del 1968 Juan Velasco Alvarado asumió la dirección del país con un golpe de Estado. Con el gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas se empezó a limitar toda actividad pública y el Perú fue declarado en Estado de Emergencia. Lo primero que hizo Velasco con respecto al rock fue la prohibición de las matinales. Al rechazo del gobierno se sumó la protesta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos señalando que el rock era "una música alienante, propia del imperialismo yanqui”

El desconocimiento sobre la esencia cultural que entrañaba este género, se pudo percibir entre los estudiantes universitarios de tendencia izquierdista. 
“Estratégicamente el gobierno prohibió los matinales en 1969 pero dejó que el rock nacional siguiera su curso, consciente seguramente de que su misma política general -económica y cultural- se encargaría poco a poco de asfixiarlo. Por un lado, los medios masivos de comunicación fueron confiscados y, en consecuencia, dejaron de ser una ventana para el rock local. Por otro lado, la importación de equipos e instrumentos se volvió virtualmente imposible. Por ultimo, y como resultado de su política de no alineamiento, el Perú quedaba fuera del eje anglosajón lo cual para el rock peruano significaba quedar aislado de su conexión con la escena internacional. La culminación de este proceso tuvo lugar en 1971 con la censura y prohibición del concierto que iba a realizar en el estadio de San Marcos el grupo de Carlos Santana, quien luego de su actuación en Woodstock se había convertido en una figura cumbre del rock mundial. (…) a partir de 1972 el rock ingresó a una espiral descendente, se cerraron los espacios de difusión, los conciertos se hicieron cada vez mas infrecuentes, la producción discográfica descendió notoriamente y, lo que es mas importante, los grupos peruanos fueron desapareciendo sin que surgiera un recambio generacional consistente. La efervescencia había desaparecido y el rock nacional comenzó a languidecer irremediablemente”. 
(ALTA TENSION, Los Cortocircuitos del Rock Peruano, Lima, 2002, p. 36).


Los Satanics junto al Vinculo Juvenil Abanquino.


A pesar de la falta de recursos informativos, tecnológicos y académicos, la sincronía y el feeling de los jóvenes pervivió en las distintas provincias, pero la represión hacia el rock fue también una buena causa para el despliegue de las manifestaciones populares que representaban al grueso de la población marginal. A todo ello, aunque se desmienta, pese a la represión que tuvo ese gobierno contra el rock, fue precisamente en esta época donde se hizo mejores eventos culturales en nuestra ciudad. Ese es el caso del proyecto denominado, Festival de la Música Juvenil Abanquina, evento promovido por el Estado y dirigido por Esteban Flores, propietario del entonces Establecimiento Comercial Ketal. 
“Se trataba de una competencia musical y Los Satanics, ganamos el Disco de Oro, que fue entregado a Julio Campos, representante de nuestra banda. Competimos contra los Kiss Kiss Bang Bang, además de otros grupos que representaban a distintos colegios y barrios respectivamente. (…) Las autoridades respaldaban las actividades y las inquietudes de los jóvenes”.
 (Nicanor Huallpa Taco, músico y empresario radial).

 Los Satanics duraron algo más de dos años, pero en el tiempo de su permanencia lograron componer entre cinco a seis canciones. El grupo tuvo intenciones de grabar, pero todo quedó en nada. Tan pronto acabaron el colegio se separaron por motivos de estudios posteriores. Sin embargo, como banda, hicieron presentaciones en las localidades de Grau y Chalhuanca. Mientras tocaban el cover Abrázame, un tema muy estremecedor, Percy Garay vocalista de Los Satanics se cayó del escenario, disimulando el dolor se puso de rodillas para seguir cantando, el público pensó que todo eso era parte del show. También durante una ocasión de despedida, se produjo otro accidente: Oscar Pedraza resistió el impacto de un corte circuito en la guitarra. El desplome generó la distorsión de la música. A la ausencia de las guitarras eléctricas, los músicos de esta época estaban expuestos a los peligros e inconvenientes técnicos.
En 1973 hace su aparición la banda Alta Tensión, que tuvo una presencia de tres años en el contexto local. Banda conformada por “Pepín” Meza como primera guitarra y vocalista principal, Juan “Chachaco” Montufar en la segunda guitarra, Javier “Tipi” Quispe en el bajo y acompañante en la voz y el desaparecido Larry Urdanegui en la batería. 
“Tocábamos covers de Deep Purple, Los Iracundos, etc. Durante las fiestas sociales no nos permitían tocar rock a pesar de nuestras intenciones. Era obvio que el rock en nuestro medio no era muy popular, la gente solo quería bailar. Solo aprovechábamos el tiempo en el que descansaban los grupos de cumbia que venían de Andahuaylas y las que representaban a Abancay para subir al escenario y tocar. Sin embargo el padre de “Pepín”, el señor José Meza, que también era músico, nos apoyaba con sus instrumentos durante nuestras prácticas”. 
(Javier Quispe “Tipi”, ex integrante de Alta Tensión y Fox). 

A pesar de la indiferencia de la sociedad adulta y conservadora, que gustaba del folklore, la cumbia, etc. la ausencia de información se hizo clara y los efectos de la censura del gobierno de facto, también. Cada vez el rock se encontraba reducido a manos de quienes retornaban de la capital y los pocos que se sumaban a la actitud de este movimiento. 
“Pese a todo el rock solo crecía por nuestro impulso, la gente se hacia crecer el cabello, la barba, se pintaban las casacas de jeans y los parches de cuero en el trasero. Siempre fuimos creativos y originales”. 
(“Apolo” Trujillo, melómano). 

El hecho mismo de ser una ciudad pequeña, en alguna medida refrenó el desarrollo del rock. El reducido público rockero era profundamente motivador y tenía un feeling grande para la asimilación de nuevos estilos. Por aquella década tenían por costumbre reunirse en las esquinas haciendo bulla porque los padres no les permitían hacer rock en casa, en algunas ocasiones se congregaban en casas privadas, sobre todo durante la ausencia de los progenitores para realizar fiestas. Hombres y mujeres poco a poco incursionaron en el rock visceral, impartiendo sus conocimientos sobre este género, una costumbre que a la fecha perdura.
 “Había patas que venían con la fiebre del rock, instalaban sus tornamesa y los colocaban en las calles para escuchar música con discos de vinilo. (…) El joven de la época le daba mas importancia a la vida social de ese momento, conocer chicas, patas y escuchar música. Muy poca gente se animaban a crear una banda”. 
(Entrevista a Jorge Cervantes Matamoros, melómano). 

Las fiestas sociales en las casa privadas respondían a la ausencia de discotecas y espacios rockeros. Además existían comentarios absurdos que surgían sobre este genero, considerado satánico y como un elemento alienante que atentaba contra la “cultura nacional”, en el peor de los casos se le vinculaba con el libertinaje, el consumo de drogas, etc.
 “Fui el primero en organizar un tono rockero en mi casa en 1970 a lado de treinta amigos; Carlos Farfán, Pacho Palacios, los hermanos Ballón, “Pocho” Medina, las familias Monel, Zegarra, Acuña, Maldonado, etc. Colocábamos afiches en las paredes y luces de acuerdo a nuestra creatividad, de alguna manera la sociedad admiraba nuestras acciones”.
(“Apolo” Trujillo, melómano).
Por otro lado, en la Plaza de Armas de Andahuaylas se encontraba una tienda de discos (Discos Acosta), cuyos parlantes instalados en dirección al perímetro central de la plaza, emitía música que estaba de moda. Acción admitida a solicitud de parejas y oyentes rockeros que asistían al parque. El disfrute tenía un costo asequible al publico. En un acto ritual la gente disfrutaba de la melodía mientras departía sus discursos cotidianos. 

A lo largo de los setenta la ciudad de Andahuaylas aun no contaba con una sola banda de rock, sin embargo fueron Los Celands de Uriel Luna, los que tuvieron una mayor apertura hacia este genero los que llegaron a congratularse en distintas ciudades del país. Vestidos como los grandes hippies de la época, llegaron a interpretar covers de Santana, The Beatles, The Rolling Stones y algo de Nueva Ola. Hubo otros grupos como Los Raymi Zodiac, que en un inicio estuvo a cargo de Rosa Acosta, luego paso a manos de Lido Flores de Talavera, el grupo Benker, liderado por el desaparecido Wilfredo Leguía y Los Barbas. En tanto en la ciudad de Abancay el grupo Sur Star (1972) que estuvo dirigido por Lucho Ascue y la Orquesta Impacto, de la familia Palomino Trujillo armaban las kermeses. Este último brillo por todo el sur del Perú; un grupo muy bien implementado en sonido e instrumentos de calidad. Estas dos bandas durante sus repertorios tocaban entre cuatro a cinco covers de rock. Por otro lado en 1974, se realizó un concierto de rock, acompañado de una película de este genero en el Cine Nilo de la ciudad de Abancay. La sala quedo abarrotada, pero como se trataba de uno de los poquísimos espacios de entretenimiento, la elección no necesariamente convocó a los amantes del rock.

Se había comentado antes que los recintos de los curas eran lugares propicios para la concentración de jóvenes, pues en estos espacios no solo se impartían coloquios, canciones superfluas o prácticas de ping pong, sino se tocaba guitarra. Aprovechando la ausencia de los párrocos, los chicos mas empedernidos usaban los instrumentos en las prácticas del rock. Entre ellos se contaban a Rolando “Choso” Mendoza, Juan “Chachaco” Montufar, Javier “Tipi” Quispe y “Pepín” J. Meza, los mismos que mas adelante se atreverían armar una banda. 

Radio Andahuaylas, que por entonces era la única señal de esta ciudad, solo contaba con un programa rockero denominado Música Juvenil dirigido por Lucho Monteagudo Salas, sin embargo los amantes del rock de esta localidad, apelaban a diversas e ingeniosas formas para satisfacer sus deleites musicales. 
“Había una emisora que emitía rock desde Lima durante las mañanas y la vieja radio de mi padre la captaba muy bien. Tenía amigos que adquirían discos o cassetts frescos de buena calidad, por parte de sus padres que trabajaban en Lima, el otro modo para escuchar rock era asistiendo a los conciertos de Los Celands que se armaban en el Club Social de Leones”.
 (Alessandro Akeos Loayza, músico). 

Por otro lado en 1975 surgen programas de rock en las dos únicas radioemisoras de amplitud modulada de la ciudad de Abancay: Radio Apurimac y Radio Abancay. Locutores como Hugo Viladegut lanza su programa Icaro Diabólico que se transmitía ente las seis a siete de la noche. Tari Gamarra Luna remataba la propuesta con el programa Caminando con la Música, sumándose a los propósitos de Humberto “el Chafla” Muñoz. 

En 1976 ingresa la primera señal de televisión a Abancay y con ella ingresa al fin el mundo de afuera. Un proyecto populista del gobierno militar de Morales Bermúdez, presentado bajo una controvertida desazón, permitió la elección mayoritaria de una señal abierta en sustituto a la construcción de una universidad lo que incrementó la percepción y la sensibilidad de nuestros jóvenes citadinos. 

La presencia de los dos canales de señal abierta, fundamentalmente el canal del Estado (Televisión Nacional del Perú) y la aparición del programa Disco Club en 1978, dirigido por el destacado Gerardo Manuel Rojas, aceleró la pegada del rock tanto en Abancay como en Andahuaylas. Fue en esta misma época en que los propietarios de las salas de cine de nuestra ciudad, estrenaban películas rockeras como las de Jimmy Hendrix, el Festival de Woodstock, Puente Arco Iris, etc. pero no con el propósito de difundir el rock sino por puro interés económico. 

Si bien es cierto que El Fogón fue la primera discoteca de la ciudad de Abancay, en 1977 se inaugura la muy conocida e histórica discoteca La Choza, que comienza difundiendo rock. Una discoteca que por entonces tenía una construcción de adobe y techo de paja, la misma singularidad física que le permitió consagrarse en el ámbito local. La Choza gozó de una larguísima aceptación del público identificado con su peculiar estilo, discoteca que posteriormente fue sustituida por una construcción moderna. La difusión del rock en esta disco se debía gracias a su primer propietario Francisco “Paco” Rodríguez. 
“Le rendí rigor al diseño, Carlos Orihuela, un apreciado Arquitecto huancaíno se encargó del diseño. La Choza tenía una forma circular inmensa, contaba con tres niveles y admitía una capacidad de ochenta personas o algo más, tenía una nave para el bar, una pista de baile de piedra negra bien pulida. Era una discoteca de construcción subterránea. El rock era una música muy revolucionaria e innovadora, había mucha gente que gustaba de este género, no solo por su aspecto coyuntural. (…)Yo tenia que ir a Chile a traer discos, porque ni aquí ni el Cusco habían temas que estaban sonando…varios fueron los discjockeys que trabajaron conmigo y muchos de ellos locutores, inclusive, copiaban la música para transmitirla por las emisoras locales. Hubieron coleccionistas como Humberto “El Chafla” Muñoz que llegaron a laburar en nuestra empresa”. 
(Francisco “Paco” Rodríguez, primer propietario de la discoteca La Choza). 

La contribución de Francisco “Paco” Rodríguez, fue muy importante no solamente para el rock en nuestro medio, sino para el esparcimiento del publico en general, sobre todo en la etapa de convulsión política de los ochenta a la que nos enfrentamos los apurimeños. Fue en 1990 en que “Paco” renuncia a la dirección de La Choza, debido a una serie de factores y problemas familiares.


Retomando el sentido de nuestra lectura, en 1977 se forma Fox, una banda auténticamente rockera, liderado por Walter Sotelo, vocalista y guitarra, Fernando Mendoza en la segunda que también acompañaba en la voz, Rolando Mendoza en la batería y Javier “Tipi” Quispe en el bajo, en ocasiones Marilu Pulgar compartía el escenario con la banda. Fox tuvo su primera presentación pública en el Teatrin Municipal, posteriormente en el Cine Nilo. La banda tuvo una permanencia de tres años, lo importante de este grupo, es que cada integrante había desarrollado temas propios, no obstante se caracterizó por armar covers de Deep Purple, Eagles, Bachmann Turner Overdrive, Abba.
 “En varias oportunidades viajamos al Cusco a tocar en el Teatro Municipal; lo característico de la banda es que hacíamos música en serio, llegamos a tener algo de diez composiciones que se llegaron a grabar caseramente. En nuestras visita por la ciudad del Cusco creían que la banda era de Lima por la indumentaria que llevábamos.” 
(Javier Quispe “Tipi”, ex integrante de Alta Tensión y Fox). 

En 1979 hizo su aparición Radio Doble Nueve, como primera y única señal rockera del Perú y que hasta la fecha se ha mantenido como tal, desgraciadamente su cobertura siempre fue limitada que solo abrigó el perímetro urbano de la ciudad de Lima. Si la señal de esta estación se hubiese ampliado a nivel nacional, los treinta años de su emisión, hubiesen favorecido enormemente las aspiraciones de los jóvenes de todos los circuitos rockeros del país. 

Desde distintos ángulos se afirma que el rock en el Perú, solo fue una expresión estacional y que ha venido disipándose, conforme sus protagonistas abandonaban su juventud. Las pocas bandas que tuvimos en Apurimac no estuvieron exentas a este problema. Los chicos colgaron sus guitarras para realizarse en distintas universidades del país, solo los más empecinados se esforzaron por registrar sus composiciones artesanalmente. Precisamente ese tipo de factores fueron las causas que desintegraron a Fox en 1980, sin embargo los protagonistas continuaron haciendo música en diversas facetas y por distintos lugares. Walter Sotelo prosiguió tocando en los pubs del Cusco junto a otros artistas locales, Javier “Tipi” Quispe se especializo en el jazz y “Pepín” J. Meza se fue a Australia, donde formo una banda denominado Think.

Pese a la desaparición de las fracturadas bandas, el rock en Abancay se había instalado en la memoria de un público minoritario ávido de música sobre todo contracultural, no fue casual la formación de Los Cherrys, que agrupaba a Carlos Martínez Calderón, al desaparecido Raúl “Chuto” Barra, “Apolo” Trujillo, Fernando “Pajarito”, “Chunchun”, a Alex Americo “el Gato” Yupanqui Navarro, etc. personajes resaltantes, que en la actualidad, aun se divierten mesuradamente en los confines del perímetro urbano de la ciudad. Fueron ellos los que finalmente sellaron la leyenda de esta primera etapa del rock en Abancay  y, que a la fecha, han venido consolidando la escena del rock. 

El modus vivendi de esta gente facilitó la supervivencia de este genero, que fue plasmándose en bares y recintos tradicionales como El Mariño, “donde mueren los valientes” alusión que respondía a la muerte de un parroquiano, El Girasol, conocida como “La Rockola”, el Bar Danubio Azul, El Carrizal, El Arpachayoq, entre otras chicherías y antros periféricos, pruebas suficientes para creer que el rock en realidad mantuvo su carácter esencial en nuestra región. 

Existen suficientes justificaciones para analizar el problema del rock de esa época, que no solo careció de una falta de compromiso de los jóvenes o los impactos político-culturales de lo aplicado por el gobierno militar de Velasco, sino el peso y la conducta de una sociedad resonante. 

La contracultura entendida como una respuesta frente al impacto negativo de la industrialización, tal como ocurría en los países de primer orden, jamás fue entendida por la ciudadanía. La demanda de la población peruana por entonces estaba enfocada solamente a la mejora de su estatus de vida. Ellos abandonaron sus tierras debido a la insuficiente producción de sus posesiones, para instalarse en las grandes urbes como Lima, para recién entender la modernidad. El rural así como el recién urbano, poco o nada entendía sobre las propuestas de la contracultura y no porque eran ineptos a asimilarla, sino porque sus sentidos perceptivos, así como sus necesidades respondían a otros intereses. Por lo tanto esa sociedad, finalmente “dominante”, por ser mayoría, luego de haberse instalado, acentuó y popularizo su música, porque era la expresión mas cercana capaz de reflejar su transito social. 

Esa masa uniforme jamás iba a dar ese salto que los rockeros esperaban, tampoco el rockero de entonces, se encontraba en condiciones de comprender este hecho histórico, porque no tenía los recursos, ni las motivaciones suficientes como para afrontar ese reto. A todo ello se sumó los prejuicios socioculturales promovidos por partidarios de izquierda, por un lado y, la resistencia de un régimen conservador por el otro, ambas miraban al rock con malos ojos. Estupidez que motivó la práctica de las artes y el propio rock como un privilegio de estatus de un publico reducido, y no como un soporte de lucha reivindicativa en favor de una mayoría social.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

El Éxtasis de la Tribu Rockera


Registro de la euforia

Cara a cara. Metaleros le quitan el micro a Elvis de la banda PTK.

Un lugar es un libro de portada sobria que al abrirlo te salpica con una avalancha de fotografías  de gente desenfrenada, pestilente, rabiosa, despidiendo alaridos de puro y violento rocanrol. Raúl García Pereira, fotoperiodista, es su autor y en él retrata a los protagonistas de una escena que ha cambiado un poco pero mantiene la misma impetuosidad de siempre.

Por Jonathan Castro

“No es un libro de fotos de bandas de rock. Lo que pretendo es capturar la esencia del rocanrol limeño”, explica Raúl García. Un lugar recopila fotos tomadas entre 1997 y el 2010 sobre la escena rockera limeña que-no-suena-en-la-radio. Lleva con orgullo el nombre de la primera canción del álbum con el que debutó la popular banda Leusemia en 1985.
“No están todas las bandas locales importantes, sería injusto decirlo. Solo son un puñadito de bandas, y no están ahí por ser las bandas que son; lo que manda en la selección es la foto”.  De todas las imágenes incluidas en el libro destacan los conciertos en lugares pequeños, sucios, con poca luz, sin tarimas altas ni miembros de seguridad que alejen a las bandas de su público. Pocos locales escapan a esta regla, salvo El Huaralino (Los Olivos) y los estadios Manuel Bonilla (Miraflores) y Unión (Barranco).
No hay fotos de las bandas internacionales que han pisado Lima, aunque sí algunas de bandas locales en el extranjero. Lo que le interesa a García es capturar el ambiente como le gusta: fuerte, horizontal y universal. “No solo he fotografiado en Lima, sino en Santiago, Buenos Aires, Medellín y Bogotá, y la escena, la gente y las bandas son iguales. No me refiero a que suenen igual, sino a que se quiere, se sufre y se transmite lo mismo. No me importa si la gente los conoce o no; es la imagen de un rockero underground o subte”.
Contrariamente a lo que uno podría pensar, no es una colección de fotos de bandas independientes reconocidas. Figuran grupos como Manganzoides, Aeropajitas, Voz Propia y Vaselina en pleno éxtasis del concierto, pero también hay encuentros casuales como el de Daniel F y Kimba Vilis (formadores de Leusemia) con “Pelo” Madueño y Fernando “Cachorro” Vial (Narcosis), responsables del boom del rock subterráneo de los 80, en un baño. A estas se suman otras fotos de besos, baile y desenfreno en los locales que más le gusta fotografiar: El Averno de jirón Quilca, el Salón Imperial, el Keko bar, entre otros.
14 años de trabajo
Dos años atrás, entrevisté a Raúl García sobre su blog Aerolíneas Wiracocha. En esa bitácora él publicaba fotos de bandas y fanáticos que tomaba en ensayos y conciertos de rock local. Me llamaba la atención su constancia para publicar fotos de grupos profesionales y amateurs, y lo bien que captaba la oscuridad del ambiente.
Casi a inicios de la conversación me sorprendió cuando me mostró el machote de una selección de fotos que había tomado en los últimos años. En esta ocasión me dijo que solo le faltaban 4 mil dólares para poder realizar la impresión de los ejemplares. Me gustó la idea y la entrevista se encaminó por el libro que estaba, a mi criterio, a punto de publicarse.
Pasaron los meses y se me olvidó el tema, pero a Raúl lo seguí frecuentando en conciertos en el centro de Lima y Barranco. Cada vez que lo encontraba, disparaba una y otra vez fotos en blanco y negro con su cámara Nikon D700. No perdía oportunidad para fotografiar desde el escenario o el pogo mismo.
Raúl empezó a hacer la selección con más de mil fotos en el 2005. Ese año, su hija Mariel, a quien dedica el libro, acababa de nacer. Llenó su casa de ampliaciones de los negativos que tenía en archivo para poder empezar a seleccionar, mientras cuidaba a Mariel en la cuna.
Sus amigos Jorge Villacorta y Francisco Melgar lo ayudaron a darle el criterio que necesitaba el libro. Tendría tres ejes narrativos: los grupos, el baile o pogo y la atmósfera alrededor de los conciertos.
La selección de las fotos la hizo él mismo. En el camino, decidió descartar las que estaban a color “porque eran muy bonitas” y no era lo que quería reflejar. “Después de que revisas toda tu chamba de años, te das cuenta por dónde va tu mirada. Entonces empecé a fotografiar de una manera más personal”.
Cambio de mirada
“Cuando comencé a fotografiar la escena tenía la imperiosa necesidad de ir a todos los conciertos porque pensaba que había que registrar todo”, recuerda. Era 1997 y los pocos fotógrafos que iban a los conciertos tenían que gastar su propio dinero en comprar rollos, revelar y ampliar. No era un hobby barato.
“En los primeros tres años me he movido mucho más pero el material gráfico no es exactamente como me gusta. Además, en esa época yo fotografiaba, revelaba y archivaba, no las movía. Si venía una banda y me las pedía para el casette que estaban por sacar, las buscaba y se las pasaba”.
En el 2003 se contagió de hepatitis y tuvo tiempo de sobra para escanear casi arbitrariamente más de 700 fotografías que había tomado hasta ese momento. En esa revisión encontró imágenes de momentos históricos del rock nacional: el último ensayo de la leyenda del Hardcore-Punk peruano G-3 y la reaparicion de Narcosis en el 2000, y la última gira de los Manganzoides en Argentina en el 2007, por citar algunos ejemplos que aparecen en el libro.
Las fotos que le tomó a Leusemia en 1997 salieron publicadas en el disco Moxón.
Madurez de la escena
La sensación de una parte de la gente involucrada con el rock local es de añoranza a los primeros años de la movida subterránea. Para ellos, los primeros años estaban llenos de gente con más actitud, pese a las deficiencias que había. No reconocen que el cambio también trajo cosas positivas.
La escena rockera ha crecido enormemente. Lo que en algún momento era un movimiento cultural marginal y subterráneo de jóvenes produciendo música desde las entrañas, fanzines y polos se convirtió poco a poco en un espacio con cientos de exponentes dedicados a tiempo completo a la creación de música, revistas, webs, crítica, novelas, documentales y ahora el primer libro de fotografía. Los muchachos de antes maduraron y aprendieron a autogestionarse para producir cosas de calidad.
Para Raúl “no se trata de volver al pasado ni añorar. El tiempo avanza y no hay que quedarse tampoco. Pero hay cosas muy positivas de los primeros años que no deberían perderse y tienen que ver con la conciencia social y crítica sobre tu momento y entorno. Ahora también hay muchos que están comprometidos, pero nunca faltan chicos que solo se vacilan y ya”.
Un lugar es un libro que al final resulta para todos. Los que conocen la escena por dentro se sentirán identificados con el ambiente y los conciertos vividos. Los que no conocen nada verán que no se trata de muchachos violentos, solo era gente disfrutando de rocanrol y de un buen lugar.
Trayectoria
Raúl García Pereira (1969) ingresó al fotoperiodismo profesional de casualidad. Empezó haciendo cámaras para la cadena nipona Fuji TV, luego la agencia Kyodo News lo contrató como fotógrafo para para cubrir la toma de la embajada de Japón en 1997. Ya tenía una cámara con la que había empezado a fotografiar la escena rockera y las marchas contra Fujimori. Tras la crisis de los rehenes, volvió a lo que antes hacía: trabajar en cine y video. En el 2000, lo llamaron para trabajar con César Hildebrandt en el diario Liberación. Luego de eso, ingresó como editor gráfico a Peru21, de donde salió poco después de que Augusto Álvarez Rodrich dejó la dirección.

Encuéntralo
A la venta. El libro debutó en la Feria Ricardo Palma bajo la distribución de Borrador Editores. Ya está a la venta en las librerías Virrey, La Casa Verde e Íbero.
Presentación. Será el 24 de noviembre en el Centro Cultural de España. Habrá concierto de Raúl Montañez y las arañas de Marte, y algunos músicos invitados.
Auspicio. La impresión de los mil ejemplares fue gracias al apoyo del Centro Cultural de España y de Alta Tecnología Andina. El resto salió de su bolsillo y la colaboración de los amigos. Sabe que nunca recuperará lo invertido, pero no le preocupa.

jueves, 28 de abril de 2011

Pioneros quechua



La República
29 de noviembre de 2009

Muchos creen que, a raíz del triunfo de “La teta asustada”, el quechua está ingresando poco a poco en la escena oficial del arte peruano. Aquí presentamos la historia de Uchpa, un grupo de rock y blues que viene cantando en esta lengua por casi veinte años. ¿Por qué no lo valoramos antes?

Por Ghiovani Hinojosa

Jimi Hendrix con ojotas. O, lo que sería su equivalente, Raúl García Zárate con jeans apretujados, casaca de cuero y mirada desafiante. Uchpa ha convertido estas forzadas imágenes en una realidad sui generis en la escena rockera nacional: ha logrado hermanar el blues gringo y el hard rock setentero –leáse Led Zeppelin, Black Sabbath y Deep Purple– con el misticismo de la lengua quechua. Así, su fusión comprende poderosas descargas eléctricas –con guitarras que maúllan al modo de los pioneros ‘violeros’ ingleses– acompañadas por sensuales fraseos en el lenguaje del Perú profundo. Sus canciones revelan la mágica sinergia que puede haber entre un huaynito de la comunidad de Puquio (Ayacucho) y un riff tocado en Londres con una lujosa Fender Stratocaster.

El idioma de los marginados

Fredy Ortiz, quechuahablante ocobambino (Apurímac), es el líder de Uchpa (voz quechua que significa “ceniza”). A él fue a quien se le ocurrió, a principios de los 90, dejar de balbucear un inglés ‘masticado’ –entonces emulaba a bluseros del calibre de Janis Joplin y Stevie Ray Vaughan– para entonar en quechua temas emblemáticos del rock clásico. Su lengua materna le dotó de una expresividad inédita al rock and roll británico, lo hizo más melancólico. “Es como si el quechua estuviera diseñado para sufrir. El dolor, pero también la dulzura, sellaron para siempre mi música”, confiesa con los ojos lánguidos en la azotea de su casa limeña, en Carabayllo.

Para él, el éxito de la película “La teta asustada” –que llevó el quechua a cientos de miles de oídos europeos– y su consiguiente eco –Juan Diego Flórez se animó hace poco a interpretar algunas expresiones en runasimi–, es una fiebre cultural temporal. “En mis 20 años como cantante, he escuchado siempre hablar de lo mismo: ‘que nuestro idioma, que los incas’. No nos engañemos, el quechua es marginal”, asegura. Él lo comprueba al final de cada concierto, cuando la “muchachada andina” se le acerca eufórica para contarle que “mi viejo es ayacuchano y mi mamá es de Andahuaylas”, pero que luego, cuando no hay tocada, guarda su acento serrano en lo más recóndito de su garganta (o de su corazón). “Igual es con el supuesto boom de Magaly Solier. Este sentimiento pro quechua durará unos meses, mientras la publicidad se mantenga. Si no, díganme cuánta gente se preocupa hoy por aprender este idioma”, comenta preocupado.

Fredy también recuerda el choque cultural que implicó consolidar a su banda en la movida rockera capitalina. En los primeros festivales en los que participó, se le veía sentado a un lado del escenario –con su típico “disfraz” folclórico– hablando en quechua con el músico que toca el waqrapuku (corneta andina), al margen del barullo “muy limeño y resuelto” de los otros grupos. El vocalista de Uchpa señala que, desde entonces, ha cultivado muy pocas amistades musicales, entre ellas las de los integrantes de Amén. “Será porque nosotros los bluseros somos un poco especiales: somos muy sentimentales y solemos juntarnos solo con la gente que siente feeling por nuestro género”, especula.

En este contexto de cierta marginalidad, ¿cómo explicar el furor que canciones como “Corazón contento” (un huayno al estilo Deep Purple) y “Ananao” (rock con temple andino) desatan entre adolescentes y adultos de las zonas urbanas del país? ¿Acaso no es una limitación expresiva el hecho de que la mayoría de ellos no sepa hablar quechua? Fredy Ortiz responde a esta última pregunta que sí y afirma que, según su percepción, los seguidores de Uchpa son atrapados por el carácter exótico de su propuesta, asentada en una base instrumental –guitarras, batería y bajo– muy bien trabajada; y por el componente visual de su espectáculo –aseguran ser los primeros rockeros peruanos en subir un danzante de tijeras al escenario e incorporar instrumentos serranos como el wakrapuku–. Total, dice, “la mayoría de rockerazos ama la música extranjera sin saber inglés. Lo mismo pasa con Uchpa y con el quechua”.

Sin embargo, esta situación de “incomprensión” lingüística le permitió a este vocalista camuflar muy bien algunas letras explosivas, como la de “Ama sua, ama llulla, ama quella”, la canción que compuso a fines de los 80 y dedicó al entonces también presidente Alan García. “Allí decía la verdad de lo que ocurría: denunciaba la corrupción y los abusos de mi institución policial. No quería pasar piola frente a esos sinvergüenzas”, relata enérgico. Y es que, para los que no lo sabían, Fredy es un ex policía de la zona del terrorismo que tomó el micrófono y dijo adiós a las armas.

Un ‘tombo’ rockerazo

Desde los 18 años, en que lo enviaron a la serranía peruana para combatir a los terroristas, él llevaba consigo un singular maletín. En el interior, estaban comprimidos decenas de cassettes con rock y blues de los 70, un minicomponente y muchas pilas. Patrullar enclaves peligrosos y vigilar puestos policiales, para él todo era más soportable con una balada celta de Led Zeppelin o un ‘solo’ de guitarra de Jeff Beck.

En 1993, cuando fundó Uchpa junto al músico Igor Montoya –“entonces solo éramos un par de rockeritos místicos”–, Fredy ya llevaba 10 años como policía. Así, junto con unos amigos ayacuchanos, lograron grabar ese mismo año el cassette “Wayrapin qaparichkan” (Gritando en el viento), un álbum debut con ocho canciones que destilaban un fuerte amor por Pink Floyd. Pero pronto –y luego de grabar el cassette “Qauka Kausay” (Viviendo en paz, 1995)– Fredy se vio solo en Lima con su música en las manos. El resto del grupo había elegido otros caminos.

Así vendría la que muchos consideran la formación clásica de la banda: ingresan el belga Bram Willems en el bajo, el talentoso guitarrista Marcos Maizel (actual cerebro musical del grupo), el guitarrista Juan Manuel Alvan y el baterista Ivo Flores. Juntos graban “Qukman muskiy” (Respiro diferente, 2000), una producción en la que se oye un hard rock más avasallante, con temas como “Chachaschay” y “Kusi Kusun”.

Matrimonio musical

“Nosotros no rockeamos el ande, andinizamos el rock”, precisa Marcos Maizel para referirse al respeto que han logrado en sectores urbanos del Perú y países europeos hacia el huayno y el quechua. Y revela que la música andina y el blues comparten un bello matrimonio musical: ambos utilizan escalas pentatónicas, lo que hace propicia su fusión. La banda estrena por estos días una formación nueva: a Fredy y Marcos, se les une César Gonzales (antes batería, ahora guitarra rítmica), Carlos Sevillano (bajo) y Willy Hermoza, ex baterista del metalero M.A.S.A.C.R.E. La melancolía serrana y la acidez del rock clásico son las dos partes de un todo musical que interpela al oyente de Uchpa. No solo lo arrincona contra sus raíces culturales (en el caso de los peruanos), sino también lo invita a destruir sus prejuicios sobre el quechua y la cosmovisión andina. Y lo mejor de todo, lo humaniza danzando.

Todas las sangres

Uchpa tocará este martes 1º de diciembre en La Noche de Barranco, 9 pm, S/. 15. Boletos a la venta en TuEntrada de Plaza Vea y Vivanda. Fredy Ortiz promete un explosivo repertorio “arguediano”, además de adelantos de su cuarta producción. Prohibido decir “manam”.

Añas blues (El blues del zorrino)
au, mamay (sí, mamá)
au, ari papay (así es, papá)
añastan rikuni tusustin (vi al zorrino bailando)
wischusqa tullukunapa chaupimpi (en medio de huesos esparcidos)
sayastin makinwan ruqukustin (se paraba poniéndose como gorra)
wakapa aka ispayninwan (las heces de la vaca)
tusustin (y bailaba,)
tusustin (y bailaba,)
tusustin (bailaba).

sábado, 24 de abril de 2010

LEUSEMIA Y «AVE ROK» EN UN REPORTAJE TELEVISIVO SOBRE EL ROCK PERUANO (1984)

19 de marzo de 2009

Extraido del Blog Caín y Abel

He aquí un valioso vídeo del cual no teníamos ninguna referencia. Lo acaba de colgar en YouTube Fernando Pinzas Ramos quien, desde el año pasado, se haya recopilando material para un documental sobre la movida del Rock Subterráneo. Las gracias a él por el aviso. Copiamos los textos de su correo y la presentación que adjuntó al mencionado vídeo.

"Hola Syd, acabo de colgar un video en Youtube (lamentablemente de no muy buena calidad, debido a que fue capturado de VHS viejo) que espero lo puedas anexar a tu blog. Se trata de un reportaje realmente histórico hecho en 1984 por la documentalista Delia Ackerman que, por entonces, era reportera de Canal 4. En este reportaje vemos entrevistas a las bandas que eran consideradas como parte de todo un boom del rock peruano. Aparecen: Pax, Raul Pereyra y Kotosh, pero la gran sorpresa está en Leusemia, con su formación original, tocando en vivo y dibujando esvásticas en la calle. Te mando el link y espero lo publiques, pues es material previo a la gran explosión del Rock Subte, incluso vemos a Alfredo Rossel de Ave Rok hablando de Leusemia y Narcosis... Tengo más material subte que me gustaria convertir a DVD para el documental que estoy realizando, si pudieras publicar ese aviso seria genial, pues es un poco caro y los videos que tengo son varios... Saludos, y gracias por tu buen blog!".

Como este, quedan por rescatar otros reportajes producidos por los canales de televisón abierta de aquel entonces. Dos de ellos, transmitidos por el canal 9 (ATV) en 1986 o 1987, estuvieron dedicados a la Horda Metálica de Miraflores, antipunks todos ellos, y a los subtes, aunque recuerdo sobre todo la parte dedicada a María T-ta.

ROCK PERUANO EN 1984

Lima, 1984. El rock peruano experimentaba un resurgimiento después de varios años de silencio. Delia Ackerman realizó en noviembre de 1984 un reportaje sobre las nuevas bandas, emitido en el programa «Primer Plano», de Canal 4. En este reportaje vemos entrevistas a Pico Ego Aguirre, del grupo Pax; Raúl Pereyra, ex integrante de la legendaria banda de rock fusión El Polen y, por ese entonces, miembro de Sudamérica; la banda Kotosh, y; Miki González. También está una interesante entrevista a Alfredo Rossel, director de la importante revista Ave Rok, la cual organizó los legendarios conciertos denominados «El Rock Subterráneo ataca Lima».

Sin embargo, la sorpresa de este reportaje está en Leusemia, apareciendo por primera vez en la televisión con la formación clasica (Daniel F, Leo Scoria y Kimba Vilis). Por ese entonces, Narcosis ya había empezado a tocar y compartía escenario con Leusemia, como muestra Alfredo Rossel en un afiche. El Rock Subterráneo ya estaba dando sus primeros pasos.

Fuente:
YouTube, mar. 18 de 2009.

Kilowatt: Leyenda del rock peruano

Extraido del Blog de Domingo de Ramos
*Por Róger Santiváñez.

Corrían los últimos meses de 1982. Se acababa de fundar el Movimiento Kloaka . yo vivía en el Rímac y algunas tardes me visitaba un joven estudiante del colegio Ricardo Bentín-David Pillman- a quien había conocido poco tiempo antes, en una muestra de Arte Joven titulada “Propuesta II”, sita en el Museo de Arte Italiano y gracias a la mediación del recordado crítico Hugo Salazar del Alcázar. Como Pillman moraba en la populosa Av. Pizarro, muy cerca de mi casa en la Urb. Villacampa, llegaba a verme casi a diario para tratar temas de poesía, pintura y rock. Gustaba hacerse llamar mi “mi discípulo aventajado” y frecuentó las reuniones de Kloaka en el restaurant Wony , junto a otro chico del Bentín –Miguel Valladolid- con quien estuvo a punto de lanzar “Kloaka-Escolar”; pero el tiempo los ganó: terminaron las clases y todo quedó en un hermoso deseo.

Sin embargo Pillman, en los últimos días del año, se dio la maña para organizar una reunión fundamental (ahora lo comprendo así) en una especie de garaje o desván de su propiedad, al lado de la casa paterna. Allí me presentó a 2 muchachos inquietos y muy interesados en el asunto cultural. Ellos eran Ricardo Montañez y Edgar Barraza, quienes vivían también en las cercanías del barrio, Pillman ya les había hablado de mí y del Movimiento Kloaka.

Les expuse detalladamente la nueva propuesta y mi deseo de romper fuegos muy pronto con un Recital-Concierto-Exposición en el Bar La Catedral de la Plaza Unión (donde se sitúa la novela de MVLL). Todo esto entusiasmó a los dos jóvenes. Ricardo montañez cogió la guitarra y se puso a tocar temas de rock clásico, asegurándome que tenía un hermano quien tocaba mil veces mejor que él. Edgar Barraza me habló de un grupo en el cual cantaba, “Kola Rock”, compuesto por chicos de Comas. Y afirmó: “Increíble. Algo bien grande va a empezar muy pronto”. Edgar Barraza no era todavía “Kilowatt”, pero ya era ese talentoso joven que sabía cantar el rock como nadie lo ha hecho en el Perú. Esto, sumado a un honesto interés por el arte, la cultura y la política, hacían de él una de las personalidades más atractivas de una escena que –a la sazón- podríamos denominar pre-subterránea.

Y es que Barraza, los hermanos Montañez y otros patas del Rímac (como Carlos Oliva, que después sería uno de los fundadores de “Neón”) formaban una especie de célula rock, cuya propuesta central era la fundación de una nueva hora para dicha tendencia musical en el Perú.

Se buscaba acabar con el imperante canto inglés. Había que cantar en nuestro idioma, hablar de problemas concretos y asumir una cierta ideología popular y cuestionadota del orden establecido. En ese momento todavía no habían salido a la luz pública “Leuzemia” ni “Narcosis”. Pero ya existía esta movida proto-subterránea en la que estaban grupos como “Temporal”, “Soljani”, “Cimiento”, “Madrigal”, “Seres Van” entre otros. Justo es recordar que Edgar Barraza, ya bautizado “Kilowatt” por Leo Escoria debido a su eléctrica figura similar al logo de la Energía , fue un enlace fundamental con la ola del rock subterráneo: Kilowatt ensayó y estuvo a punto de ser cantante de “Leuzemia”. Recuerdo que me visitaba llevándome las letras mecanografiadas del entonces nuevo grupo y me hablaba entusiasmado con la expectativa de lo que significaba algo así. Kilo no llegó a debutar con “Leuzemia”, pero sí me llevó a conocerlos en diciembre de 1983, al concierto que hubo en la Escuela de Bellas Artes. Y a partir de allí fue uno de los activistas más entregados a la causa del rock subterráneo.

Retomo el hilo de la historia: El Movimiento Kloaka estrenó su vida pública el 11 de febrero de 1983 en la Catedral , con lecturas de los noveles Domingo de Ramos, Edián Novoa, Guillermo Gutiérrez, Mary Soto, Mariela Dreyfus, Pepe Velarde, Dalmacia Ruiz Rosas entre otros invitados, exposición de Polanco y tocada de “Durazno Sangrando”, y de un grupo ad-hoc formado en el instante por Toño Arias (batería), Raúl Montañez (guitarra) y Edgar Barraza “Kilowatt” en la voz. Todos del Rímac. Fue una noche inolvidable. Desde ese momento Kilo se constituiría en el puntal del rock-con refrescantes influencia punk-para todas la presentaciones de Kloaka . Al mismo tiempo me visitaba diariamente para escuchar buena música y leer todo tipo de poesía moderna.

Rimbaud, Lautréamont, Artaud, Ginsberg y por supuesto Vallejo, a quien él amaba. Para el Recital-Concierto de abril del 83 en el Auditorio Miraflores, Kilowatt hizo la versión peruana del antiguo hit de Elvis Presley “Jhonny BeGood” , llamándolo “Jhonny Huancayo”, narrando la historia de un joven huancaíno que se viene a Lima soñando ser estrella de rock; fracasa, se regresa a la sierra y se mete a las filas del Partido Comunista Sendero Luminoso. Esta canción puede escucharse en el cassette que los hermanos Montañez lanzaron poco después de su muerte acaecida en Buenos Aires a principios del 2001.

Después de Kloaka y de la primera gran ola de rock subterráneo (1985), Kilowatt se convirtió en un paradigma y un ejemplo de honestidad y pureza para muchos jóvenes que veían en él al rockero que no se vende, al artista íntegro y revolucionario. Con algunos de ellos formó la banda “Kilowatt y sus cuchillos”, dejando una herida abierta –no solo por su muerte antes de tiempo- si no palpitar perenne de compromiso con una verdad y testimonio insuperable de amor al rock.

*Poeta del Movimiento Kloaka y ahora residente en USA.

"(MI) LEUSEMIA": ROGER SANTIVAÑEZ y el regreso de la LEYENDA (1995)


Extraído del blog Caín y Abel
19 de mayo de 2008


A principios de 1995 se anuncia lo impensable: dejando de lado sus diferencias, los integrantes de Leusemia deciden unirse nuevamente y volver a los escenarios tras nueve años de receso. Con este motivo, Roger Santivañez, miembro fundador del grupo poético «Kloaka» y amigo de la banda, publicó el comentario que sigue en un diario de circulación nacional.
EL RETORNO DEL ROCK SUBTE
(MI) LEUSEMIA

Una noticia recorre los subterráneos de la ciudad: se ha reunificado Leusemia, el mítico conjunto de rock que inició la movida subte en 1985. Es una buena ocasión para recordar a Kilowatt hablándome del conjunto como la novedad de la música juvenil peruana. En 1983 y 1984 el rock se había estancado; la revista Ave Rock decidió resolver la situación de vacío organizando el concierto llamado Ataca Lima, rock subterráneo, con Del Pueblo y Leusemia. A partir de allí, un vasto movimiento musical se desarrolló en todo el territorio. Sólo en Lima este movimiento llegó a reunir más de cien bandas a lo largo de las fechas del concurso del rock no profesional de la revista Esquina en 1987.

Al principio fue Leusemia y Narcosis. Este último grupo debutó en la discoteca Carnaby de Miraflores, famosa y clausurada por la muerte por sobredosis de una subterránea en minifalda de cuero negro, en manos de una collera de subtes. Luego vendrían Autopsia, Guerrilla Urbana, Flema, Excomulgados y Zcuela Crrada. Era una sola mancha negra que asolaba los conciertos de rock comercial y también los bares de intelectuales barranquitos. Pero esto no impedía que ciertos catedráticos universitarios participaran de las reuniones subterráneas. Recuerdo a María Burella de la Universidad Ricardo Palma corriendo con un subte llamado Pelo Parado, huyendo de los disparos de la Guardia Civil que destrozó el concierto Rock en Río Rímac en Abajo el Puente, distrito leusémico, ya que los hermanos Montañez son rimeños. Así como los hermanos Daniel F y Kimba son mironianos. O sea, más limeña no puede ser Leusemia. De allí brota la canción “Para Lima (Astalculo)” –emblemática– tal como “Oirán tu voz”, “Diarrea” o “Rata Sucia”.

Hacia 1987 el movimiento subterráneo se dividió entre pitupunks y subtes. Pero ya era un asunto de masas. Ya no se trataba de una élite punkera o pancracia, como se decía, sino que la idea se había propagado entre cientos de jóvenes. Nuevos vientos han venido a refrescar el ambiente subterráneo de Lima. La revista Esquina, que nació junto con este movimiento, viene organizando desde el año pasado el «Condorock» de la Carpa Teatro del puente Santa Rosa de Lima. Grupos como Radio Kriminal, Psicosis y Azules Moros son algunos de los nuevos nombres que ya se hacen sentir. Pero lo más interesante ha sido la reunificación de Leusemia ocurrida en el Mamani Pub de la calle Quilca en un recital de poesía y rock organizado por Piero Del Pueblo. Allí, Montañez y Daniel F se volvieron a juntar para delicia de sus fanáticos. Kilowatt interpretó, asimismo, unos temas de Leusemia. Mas la confirmación masiva de que Leusemia está vigente en el corazón y en los sueños de los jóvenes de vastos sactores populares, se dio en la Carpa Teatro, una noche maravillosa de enero de la cual tengo ya el poema. Gracias, Leusemia.
Fuente:
Expreso (Lima), feb. 19 de 1995.